por Sebastián Arana
Por estas horas se está decidiendo el futuro del pivote estadounidense Devin Thomas en Peñarol. Acaso cuando estas líneas lleguen a destino ya se sabrá si sigue o no en el equipo.
Sin conocer más que lo que pudo verse en la cancha el último lunes ante Platense, Thomas no debe seguir en Peñarol porque les faltó el respeto a todos. A sus compañeros, al público, a los dirigentes. Si tiene otra oferta o se quiere ir del club por otro motivo, hubiera sido más decente asumirlo y directamente no jugar. Pero ingresar a la cancha a hacer número y pasar la pelota para los costados es inaceptable.
Para que se entienda bien, el pivote traía casi veintinún puntos de promedio por partido y en la incomprensible noche del lunes tomó un sólo lanzamiento al canasto en treinta minutos. Sin lesiones de por medio. Y a Peñarol se le escapó uno de esos partidos con valor agregado ante rivales directos en la pelea por mantenerse.
Los dirigentes que incursionan en el deporte profesional hacen demasiado esfuerzo para pagarle a un empleado que juegue tan descaradamente a desgano. La historia de Peñarol en la Liga es muy grande. Definitivamente, Thomas no está a su altura. Y por su comportamiento vergonzoso del último lunes no puede tener más lugar dentro de ella.